Hoy escribo a una persona concreta, a un hijo de puta que le pegó una patada desde su coche a una bretona canela y blanca de nariz rosa en la que llaman la autovía olivarera aunque sea una nacional de medio pelo, pocos kilómetros antes de llegar al pueblo de Espejo, en Córdoba.
Esa preciosa perrita que te acompañó mientras cazabas está ahora cruzando esa carretera, acercándose a los coches y buscando desesperadamente el tuyo.
La hemos visto porque un camión delante nuestro ha parado cuando se le ha cruzado. Nosotros hemos parado también. He bajado e intentado cogerla por todos los medios. No ha habido manera y se ha alejado entrando y saliendo de la carretera y haciendo que los coches que pasaban tuvieran que esquivarla o frenar. Hemos dado la vuelta con el coche y hemos estado otro rato intentando convencerla para que subiera a nuestro coche, para que se acercase a recibir una caricia y pudiéramos traérnosla a Madrid. No lo he logrado. Nos miraba con desconfianza y se alejaba trotando y buscándote. Lo único que he conseguido es que se adentrara entre los olivos, pero mucho me temo que volverá de nuevo a la carretera a intentar encontrarte. He dado aviso al 112 y espero que vayan y den con ella a tiempo.
No te la mereces cabrón, no te mereces esa devoción. Ni la de esa perra ni la de nadie.
Eres un hijo de puta no sólo porque no te importe la suerte de ese animal, condenado a ser atropellado o a morir de hambre o sed. Eres también un hijo de puta porque no te importa que pueda ocasionar un accidente en el que se vean implicadas otras personas.
Tú dormirás tranquilo. A mí me costará conciliar el sueño recordando esos ojos castaños que no he podido o sabido ayudar mejor.
Pero dormirás tranquilo siendo un hijo de la gran puta.
En la imagen Jano, rescatado hace pocos días por Arca de Noé de Córdoba. Contacto: elarcadenoecordoba@gmail.com